Lo teníamos todo controlado. Hace unas semanas una revista de prestigio hablaba de cómo nos acercábamos a la inmortalidad. Parecía que había una solución para cada problema. Todo podía ser medido y calculado. Algunos hablábamos preocupados sobre los efectos psicológicos de la obsesión por tenerlo todo bajo control. Inesperadamente, originario de muy lejos, un microorganismo de menos de 0,3 micras apareció para desestabilizar nuestra vida. Una micra es la millonésima parte de un metro. Es decir, hablamos de algo realmente imperceptible, pequeño, casi insignificante, que requiere de un organismo vivo para dividirse y multiplicarse.
Nos ha pillado desprevenidos. Llevábamos semanas escuchando sobre este tema en los medios, pero nuestro pensamiento se consolaba con ideas del tipo “esto es algo exclusivo de los chinos”. Nadie, o casi nadie, veía la amenaza llegar. ¡Qué curioso cómo funciona nuestra mente! Escuchábamos las noticias como si se tratara de un capítulo de una serie de ciencia ficción, como algo irreal, sin darle demasiado crédito. Muchos hemos atravesado tres fases en este proceso: la fase de BANALIZACIÓN- la fase de DRAMATIZAR- y la fase de ADAPTACIÓN.
Su llegada a Italia definitivamente nos impactó. Los italianos son cercanos a nosotros- ¡un país hermano que todos hemos visitado alguna vez!. En mi caso particular, esconde varios de mis rincones preferidos en el mundo. Desde ese momento empezamos a observar atónitos las noticias alarmantes que llegaban día a día, como una avalancha que ocurriera a pocos km de aquí.
Nuestra torre de naipes se derrumbó.
Llevo días enteros intentando dar un poco de perspectiva, de sentido común y de psicología a este asunto. Lo primero que hicefue informarme de manera exhaustiva y científica sobre el virus, sus consecuencias y los datos reales de la pandemia. En mi caso personal, la preocupación aumenta porque estoy esperando un bebé para dentro de un mes. Aunque las noticias sobre embarazadas no son particularmente alarmantes, existe una gran falta de información. La conclusión a la que he llegado es que lo único que puedo hacer, lo único que está en mi mano, es cuidarme y procurar cuidar a los demás.
Pese a estar aislada sin salir de casa, estos días he recibido decenas de mensajes a diario donde personas de todo el mundo comparten conmigo sus historias y sus vivencias relacionadas con el virus. Cada uno está sufriendo esta situación de alguna manera, ya que el COVID-19 es transversal y no entiende de fronteras, razas, trabajos o nivel socio-económico, todos somos vulnerables a ello.
Estas líneas y las que seguirán van dedicadas a todos y cada uno de vosotros. A los héroes que estáis en primera línea de batalla en los hospitales, a los que cada día vencéis el miedo para seguir trabajando presencialmente porque es vuestro deber, a los que estáis luchando con la enfermedad o tenéis familiares que lo están haciendo, a los que habéis perdido a alguien, a los que sufrís la incertidumbre de si lo tenéis o no, de si irá o no a más, a los que estáis solos sin nadie con quien hablar, y por último a todos los que, aislados en vuestras casas con vuestras familias sufrís la tensión de una convivencia sin válvulas de escape y la angustia ante la degradación de la situación.
Y, ahora sí, ¿Qué me pide a mí el Coronavirus?
La extraordinaria situación en que nos encontramos nos está llevando al límite de nuestra capacidad psicológica. A cada uno de una forma u otra, quizá a unos más que a otros, pero todos somos conscientes de estar luchando en circunstancias extraordinarias, históricas. El mal que combatimos nos está tensionando al máximo no sólo física, sino también psicológicamente.
A cada uno le pide algo esta enfermedad.
Para empezar nos ha obligado a algo: SALIR DE NUESTRA ZONA DE CONFORT. Dábamos por hecho que todo esto iba a ser algo “de otros”, que no sería tan grave o que no nos afectaría hasta un nivel tan importante. Acostumbrados a que las tragedias humanas y naturales sean propias de otras latitudes de pronto la peor de todas nos ha impactado de lleno ¿Qué está sucediendo? El miedo se activa, la economía cae, nuestra sociedad tal y cómo la conocíamos se tambalea. Nada volverá a ser lo mismo. Esta es una clase magistral de humildad para los habitantes del primer mundo en pleno siglo XXI donde – hasta hace unos días – nos creíamos seres superiores y capaces de todo (la inteligencia artificial, la tecnología, los trasplantes, la ciencia…). Somos vulnerables, somos frágiles. Un virus de un tamaño imperceptible ha puesto todo nuestro modo de vida en jaque.
En estas semanas intentemos sacar lo mejor que llevamos dentro; cada uno en nuestras circunstancias. En la medida de lo posible abandonemos el modo alerta (en el lenguaje que conocemos; “cortisol a todas horas”); fortalezcamos nuestro sistema inmunológico a base de “cosas buenas” a las que podamos agarrarnos. Parece que todo lo que trae el COVID-19 es malo, pero quizá descubramos algo positivo detrás de toda esta debacle.
Por medio de una serie de artículos intentaré acompañaros durante esta terrible situación. Es una etapa de miedo, incertidumbre, rabia, frustración, tristeza, pérdida, esperanza y desesperanza, llanto, emoción, dudas… y conseguir mantener cierta paz interior nos ayudará a superarlo de la mejor manera posible. No olvidemos (¡lo sabemos!) que la actitud influye en nuestra salud y en nuestro sistema inmunológico, y que ahora necesitamos más que nunca fortalecer nuestras defensas para hacer frente al virus.
¡Empezamos!