El mundo está perplejo. Donald Trump presidente de los Estados Unidos de América. Este personaje ha conquistado a una gran parte de los americanos. El resto observan atónitos y los artículos de opinión de los últimos días rezuman miedo y pavor.
¿Qué asusta de Donald Trump?
Lo primero y más importante, en mi opinión, es su personalidad, su forma de ser. Los psiquiatras buceamos en el fondo de las personas, en el cuarto de máquinas de cada uno y analizamos si existe algún rasgo o trastorno de la mente, del comportamiento o de las emociones que pueda ser mejorado, estabilizado o neutralizado.
Ser capaz de gestionar las emociones en cualquier circunstancia es una de las claves para conseguir la felicidad y el equilibrio interior. Los psicólogos Steven Rubenzer y Thomas Faschingbauer, junto con más de 100 historiadores y expertos han definido la personalidad y las diferentes facetas de varios presidentes de EEUU (lo que los psiquiatras y psicólogos tipifican como extroversión, estabilidad emocional, responsabilidad, amabilidad y apertura a la experiencia o al cambio). Según sus análisis, George W. Bush es extrovertido y posee buenas habilidades sociales pero es poco receptivo a nuevas experiencias y es rígido intelectualmente. Obama, en cambio, es más introvertido y demuestra mayor estabilidad emocional. Trump es muy extrovertido y bajo en amabilidad. Según este estudio, los dos presidentes con mayor grado de narcisismo hasta el momento han sido Lyndon B. Johnson y Theodore Roosevelt.
Ansiedad, depresión, trastorno de personalidad, bipolaridad, paranoia… son algunos de las enfermedades que cualquier ser humano puede desarrollar a lo largo de la vida. Cualquier ser humano, incluidos los presidentes de gobierno. Hace unos meses fue publicado un estudio por la Duke University Medical Center en Carolina del Norte, sobre la patología mental de los 37 primeros presidentes americanos. La mitad de ellos presentaba algún trastorno mental. El 24% presentaba depresión, el 8% ansiedad y el 8% trastorno bipolar y el 8% problemas de alcohol. Abraham Lincoln padeció depresión, Theodore Roosevelt sufrió trastorno bipolar, Thomas Jefferson ansiedad, por citar algunos ejemplos. Una enfermedad tanto física como psicológica no tiene por qué incapacitar una profesión (en este caso una carrera política). La clave está en saber hasta qué punto, la patología perjudica los deberes y obligaciones del que la padece. Toda dolencia lleva asociada una carga de sufrimiento y estrés y es necesario, en ocasiones, recibir un apoyo terapéutico extra que pueda mitigar el dolor físico y psicológico para desempeñar de manera adecuada la tarea o profesión.
Muchas facetas destacan en la vida y personalidad de Donald Trump, y no han faltado artículos y programas en los últimos meses sobre ello. Su personalidad es extrema, llama la atención, indigna, encoleriza e ilusiona. Intenta llamar la atención constantemente. Los que se han reunido con él o mantienen un contacto más cercano tildan su comportamiento de desconcertante. Unos meses atrás, la revista Vanity Fair, publicó un perfil psicológico sobre Trump con la opinión profesional de varios psiquiatras americanos. Todos coincidían en el mismo “diagnóstico”: Donald Trump tiene lo que en psiquiatría y psicología denominamos una personalidad narcisista.
¿Qué es el trastorno de personalidad narcisista (TPN)?
El TP narcisista está presente en aproximadamente un 0,5% de la población, siendo más frecuente en hombres. El narcisismo se origina en el mito de Narciso y la literatura en la novela “El retrato de Dorian Grey”. Freud, en su libro “Introducción del Narcisismo“, definió a estas personas como seres con un amor excesivo y presuntuoso hacia sí mismos. Se caracterizan por una autoestima grandiosa y un alto nivel de egocentrismo. Poseen fantasías de éxito exageradas. Desean recibir gratificaciones de los que les rodean y necesitan ser admirados. Las relaciones que mantienen son, en muchos casos, superficiales. Viven centrados en causar una impresión positiva y en buscar el elogio. Muestran una actitud soberbia y abusan de los demás infravalorándolos. Carecen de empatía, son incapaces de identificarse con las emociones y sentimientos de otros. Ante el rechazo se sienten heridos o con rabia y esto puede conducirles a cuadros depresivos o ansiosos. En terapia, tras la primera aproximación de grandiosidad, se esconden sentimientos fuertes de vacío, rabia y depresión.
¿Qué consecuencias puede tener que una personalidad así sea presidente del país más poderoso del globo?
Lo más peligroso de este tipo de personalidad es la falta de empatía que poseen llegando al insulto, a la injuria, a la ofensa o al deprecio. Les cuesta encontrar acuerdos con otros. No olvidemos que la búsqueda de consenso con países o instituciones en tensión con diferencias de criterio es uno de los grandes retos a los que se enfrenta un dirigente político.
La necesidad constante de éxito, de celebridad y de triunfo les ciega la búsqueda que precisa todo dirigente de priorizar el bienestar de los ciudadanos.
Presentan un deseo inconmensurable de llamar la atención y eso puede desembocar a un desorden en la toma de decisiones aceptando grandes riegos, a veces irracionales.
Las personas con personalidad narcisista prefieren ser admirados que ser queridos. El afán desmedido de poder desemboca en reacciones fuertes y tienden a llevarse a los demás por delante. Acaban generando enemigos con gran facilidad.
Este tipo de personas no escuchan ni aceptan consejos de los que les rodean. Para ser presidente de una gran nación (o de un pequeño negocio) es importante y básico saber escuchar para saber tomar las decisiones adecuadas. Trump no acepta la crítica; de hecho muchos opinan que tras la humillación de Obama en la cena de los corresponsales del año 2011, Trump se lanzó a la carrera presidencial.
Las ideas que expresa a su audiencia siempre tienen un tinte grandioso, exagerado o megalomaniaco: “los mexicanos son violadores que nos llenan de droga”, “los chinos son embusteros que nos inundan de productos baratos”; “podría disparar gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, “pido el bloqueo completo y total la entrada de musulmanes en EEUU”, “un muro en la frontera con México nos ahorraría muchisimo dinero“.
Claramente, desde fuera, se aprecia un hombre seguro de sí mismo donde nada se le pone por delante. Posee un gran ambición y es agresivo para lograrlo.
Estas características se unen a otro “síntoma” que varios psiquiatras han postulado ultimamente: la hipertimia. Esta se define como un estado de hiperactividad, elevada energía y verborrea (necesidad constante de hablar). La persona se halla en un estado afectivo elevado y ligera o moderadamente eufórico. En el caso de D. Trump este estado se detecta con mucha frecuencia.
No olvidemos que detrás de todo narcisista hay un fondo inseguro y lleno de complejos. Resulta difícil conocer el trasfondo de este personaje, pero tras esa personalidad existe un hombre frágil, que necesita crecerse a diario a través del atrevimiento y de la agresividad para superarse. Cuando se realiza un a análisis exhaustivo de este tipo de personas, el psiquiatra detecta seres con profundas carencias, sentimientos de inferioridad y fragilidad.
En definitiva, durante muchos momentos de la Historia, hemos podido observar la aparición de líderes con estas características capaces de ilusionar a la población perdida, vacía o carente de referentes. Personajes como Julio César, Napoleón o Hitler han surgido en épocas de decepción, amargura o hastío, con capacidad de reilusionar y encantar a la población con resultados amantes y detractores. El veterano Dick Cheney, el vicepresidente de Bush, analizó el surgimiento de Trump con estas palabras:”Donald ha tocado una fibra en este país”. Hablaba de los indignados, desilusionados que han sido los protagonistas de estas elecciones llevando a Trump a la presidencia del país. Donald Trump ha polarizado la opinión americana: un 33% de la población (encuesta de Gallup) le apoya y admira y un 60% le odia (hay que tener en cuenta que según esta encuesta Hillary tiene un 53% de opinión desfavorable).
En conclusión, muchos narcisistas son carismáticos, sociables y extrovertidos siendo capaces de lograr un elevado nivel de éxito en los primeros momentos. Generalmente a la larga, se tornan cansinos para el entorno o el público debido a su gran egocentrismo. Esperemos que Donald Trump emplee las cualidades que posee (que las tiene) para hacer de este, un mundo mejor, más ordenado y seguro con valores que realmente ilusionen los corazones de los americanos buscando el bien común.
¿Es Trump narcisista y un riesgo para el futuro de EEUU y del mundo? ¿Moderará su discurso y su actuación? Esperemos que se rodee de personas que equilibren esa personalidad tan arrolladora y templen esa fuerza de la naturaleza.
Solo el tiempo nos lo dirá.
Marian Rojas Estapé
Psiquiatra
2 Comments
Carmen Churruca
Me han gustado mucho los artículos: elogio a la pereza y el valor de las cosas pequeñas. No comparto tu opinión acerca de la personalidad del presidente Trump. Me parece injusto encasillarle en un estereotipo psicológico, basado en comentarios de prensa antagonista y hostil. Somos muchos millones de personas que le apoyamos y hemos podido ver detrás de tanta crítica, los valores que le guían y su sincero afán de mejorar la vida de este país y la condición de los ciudadanos. Espero que los hechos y las obras acaben por convencer y cambiar tanta actitud negativa. No os dejéis influenciar por una prensa viciada. No hay más que ver cómo trata la opinión pública al Papa, al clero, al movimiento Pro Life, a La Iglesia, a los grupos conservadores que apoyan la libertad de educación, derechos de la familia, el matrimonio…
Sigue escribiendo tan requetebién! Espero te traduzcan pronto! Best wishes! Carmen
Jennifer Espinal
Muy de acuerdo con sus cometarios, es necesario conocer la personalidad de los individuos para conocer de igual manera su andar, este artículo no es juzgar lo que el Presidente de Estados Unidos está haciendo y está diciendo, es simplemente la realidad de lo que está produciendo no solo en su país sino que a nivel mundial, el egocentrismo nos vuelve ciegos, incapaces de conocernos a nosotros mismos y de hacer cosas solo por llamar la atención, creo que las personas sin empatía simplemente no pueden Gobernar un país porque no se ponen en los zapatos de los más necesitados, lastimosamente.
Saludos desde Honduras.